VINS&ROSES: octubre 2010

viernes, 29 de octubre de 2010

LA MOSTISSA

Tiempo de vendimia

Le Monastir del Camp - 1968

…… Caminábamos entre el murmullo de nuestro compañeros, a las 6 de la mañana sonaba ese pequeño bisbiseo de las 70 personas que se disponían a comenzar su jornada de trabajo, a mis 7 años apenas podía entender las conversaciones de los adultos… recuerdo el sol en la cara, me calentaba como una melodía in crescendo, y delante de mi, la melena rojiza mas hermosa que jamás había visto. La portadora de aquellos cabellos del color del sol era Elga, tenía 15 años y siempre estaba junto a su madre, era la hija solicita de aquella mujer que años antes seguramente fue portadora de la misma belleza que su hija, ambas parecían un anuncio del antes y el después.Elga había llegado unos días antes que nosotros y casi no la reconocí al principio, aquella niña preciosa de cabellos rojos y pecas en las mejillas se había convertido en una preciosa mujer, esbelta como una espiga, y con un pecho que se me salieron los ojos de las orbitas y me hizo pestañear como si lo que veía fuera una alucinación.El otoño se acercaba y la luz del amanecer había dejado las estridencias del mes de Agosto, y los racimos de las vides estaban en su punto:_ Tendremos una buena campaña_ dijo mi padre sonriendo a mi madre, pero sin dejar ese tono grave tan particular suyo, que lo había llevado a ser el monseny.
Era nuestra tercera vendimia en el Languedoc, pero para mi fue como si hubiera despertado al mundo ese año, ya no nos quedábamos en la casa, ya no éramos tan niños y se nos permitía ir al viñedo, mientras los mayores trabajaban nosotros hacíamos ver que servíamos para algo y nos dedicábamos a llevar agua de una hilera otra.
En total éramos cuatro niños en toda la Colla, evidentemente no nos permitían trabajar pero no podíamos quedarnos solos en la casa, así que nos levantaban a la misma hora de salida y nos ponían en el carras, una especie de trineo gigante, que no era mas que una plataforma maciza sin ruedas, arrastrada por un enorme percherón y que servia para transportar los Samals en los que se metía la uva prensada con una maza.
Jean era el conductor del carras, a mi me daba miedo con ese aspecto imponente y los tremendos gritos y sacudidas que le propinaba al viejo Claude, un percherón color canela del que siempre recuerdo la grupa en movimiento rítmico y los resoplidos de sus esfuerzos.
Cuando Jean movía el carras entre las hileras era como un demonio de aquellos que por las noches atacaban mis sueños, o quizás el era la representación de mis demonios oníricos, sus ojos centelleaban entre aquellas cejas pobladas que se unían a su flequillo desaliñado y a su abundante barba, todo el parecía una enorme masa de pelo, pero entre aquel bosque peludo sus dientes blanquísimos y el brillo de sus ojos parecían un mismo trozo del averno.

Y embestía una y otra vez, sujetándole del bocado delante de el, lo miraba y lo maldecía con tal fiereza que parecía que estuviera tirando el solo de los 1.000 kilos.
Jean y Claude parecían un solo ser a ambos les brillaba la piel, ambos eran de color canela y sus músculos se contraían a la par, los jadeos por el esfuerzo eran acompasados y los relinchos y las blasfemias una especie de partitura diabólica que asemejara una conversación.
Realmente daba mucho miedo, todo en ellos era grande y violento, pero aquella noche mi corazón de espía aventurero me llevo a contemplar una de las escenas que mas me han impactado, y que cambiaron mi visión de Jean.
Estaba intentando espiar a una de las muchas parejas que paseaban después de cenar y agazapado como un conejo me acomode junto a las cuadras, intentaba ver como se hacia eso que llamaban la corte. Pronto mi campo de visión quedo interrumpida por la caminata de la pareja que se adentraba entre los matorrales que hacían de linderos entre la casa y los viñedos así que sin atreverme a seguirlos me quede esperando y el silencio de la noche se vio interrumpido por lo que al principio parecía una salmodia que viniera del interior de las cuadras. Acerque mi ojo a una pequeña abertura y vi como Jean cepillaba a Claude mientras le hablaba. Pasaba el cepillo con lentitud y finura mientras no perdía detalle de cada músculo del caballo:
_ Si, te has portado como un héroe hoy querido amigo, estas cansado, lo sé _
Claude lo miraba y se dejaba hacer, la ternura de Jean al hablarle hacia que le susurrara como quien recita versos a su amada y su cara transmitía una ternura infinita.
-Así campeón, descansa, mañana será otro día duro, pero tu puedes, tu eres grande y poderoso… y mañana volverás a tirar y a tirar… serás el rey magnifico de la tierra –
Como si estuviera viendo un espectáculo de magia me quede allí mirando aquellas dos bestias a la luz tenue del candil, escuchando sus susurros, el ras ras del cepillo y pensé que si la paz tenia una imagen era aquella, el momento en que Jean pasaba su cepillo con sus enormes manos sobre Claude.
La mañana comenzó bastante activa, el monsen, es decir mi padre había trasmitido las instrucciones del etnólogo y esa mañana el trabajo había empezado por la cara sur. Como a las diez de la mañana, Jacques Marey que era el dueño de la finca se había apostado como tantos otros días con Nick – á Lui, un caballo de saltos muy laureado, en lo alto de la colina sur, justo enfrente de donde estábamos trabajando, Jean Marey tenia ese aire de los grandes condes que no existían en Francia desde la revolución, pero por sus venas corría sangre de guerreros y quizás eso y su afición a los caballos de saltos le daba ese aspecto grandilocuente.A una orden de la trempa toda la colla paralizo por un momento la actividad yo me entretenía mirando el caballo del propietaire cuando las voces y las risas desviaron mi atención, hacia la cuarta fila.
- ¡Es una mostissa ¡
_ ¿ah si? ¿Y quien es la "afortunada"? _
El alborozo subía de tono y las risas y el jaleo aumentaba, mire por entre el hueco de mi madre y la madre de Elga y entonces la vi, tenía toda la cara rosa y una expresión entre cómica y furiosa y su preciosa melena roja alborotada se teñía de hollejos color rubí acentuando aun mas el color de sus cabellos; era ella… mi musa de pelo rojo. Elga, corría furiosa detrás de Juan intentando arañarlo tras la risa divertida de Juan y todos sus amigos. La mostissa era una declaración de intenciones, cuando en plena cosecha encontrabas una cepa de uva tinta (se distinguían por que tenían la grapa roja con el nervio blanco y en todo el viñedo se encontraba una o dos cepas de esa clase -en el Rosselló llamada Alacant y en Alicante garnatxa tintorera) buscabas a la persona de tus deseos y le lavabas la cara con un racimo, eso quería decir que deseaba cortejarla.
Me hubiera gustado arañarlo a el también, miraba esa escena con la rabia del amor contenido, ¿como se había atrevido hacerle a ella la mostassa? De inmediato mire a su madre, no parecía estar disgustada y con una sonrisa de medio lado se dispuso a retomar el trabajo, mi madre dio una orden y la colla retomo sus labores.
En ese momento Nick-à Lui bramo como si sintiera el dolor de mi alma y a una a orden de monsieur Marey erizo sus crines y elevo la cola majestuoso rompiendo a galopar como si la ira del mundo dependiera de su trote furioso.
En recuerdo de todos los vendimiadores del mundo, por alejarse de sus casas, de sus países y de sus culturas para hacer uno de los trabajos mas duros como son las vendimias .En homenaje al niño que en 1968 partió con sus padres a vendimiar y que ha compartido conmigo alguno de sus mas entrañables recuerdos, y del que hoy puedo decir que se ha convertido en un hombre admirable. Y para todos aquellos amantes del vino, para que cuando miremos la copa que estamos bebiendo, no olvidemos que ese caldo, esconde muchas historias.
Donna-k